HOMENAJE A MIS ANTEPASADOS

domingo, 30 de noviembre de 2014

El hijo de Bolívar

Un viejo refrán español dice que a quien Dios no le da hijos el diablo le da sobrinos. De Simón Bolívar, el libertador no se sabe que haya tenido hijos; sin embargo se conoce que tuvo un sobrino con quien tuvo una relación muy cercana, apareciendo en algunos documentos como su hijo adoptivo, se trata de Fernando Bolivar Tinoco, hijo reconocido de Juan Vicente Bolivar Palacios hermano del libertador y Josefa María Tinoco.

El padre de Fernando murió en 1811 cuando este solo contaba con un año de edad, su tío Simón se hizo cargo de su educación, en 1822 le envió a estudiar a Estados Unidos, allí cursó estudios en la Universidad de Virginia, regresó  a Caracas en 1928 desde donde se trasladó luego a Bogotá para ser secretario privado de su tío. Se dice que Fernando tenia un gran parecido físico con el libertador quien lo instituyó heredero en su testamento. Curiosamente hay una fotografía de Fernando de quien dicen tenía un gran parecido físico con su tío Simón.

El historiador José Manuel Restrepo conoció al Simón Bolívar con quien Fernando compartió durante los años de la presidencia y lo describía como "un hombre festivo y franco en extremo pero  no perdía la sobriedad". De Fernando no es mucho lo que se sabe, hizo carrera diplomática y luego regresó a Venezuela a las tierras que le dejó en herencia su tío. 


miércoles, 29 de octubre de 2014

Edgar Poe Restrepo

Contaba mi padre que a su regreso a Medellín  de Estados Unidos se reunió una noche con un grupo de amigos a tomarse unos aguardientes y a recordar viejos tiempos, en la conversación salió el recuerdo de un amigo fallecido durante su ausencias, alguien que según decían ellos nació para ser poeta, pues cuando lo bautizaron lo llamaron  Edgar Poe Restrepo. Recordaron sus versos y lloraron su prematura partida, pues aún siendo unos años mayor que el se fue de este mundo a los 23 años. La nostalgia fue tan grande que el grupo de amigos decidió, aún siendo noche y aún estando muerto el amigo ir a su última morada en el cementerio de la ciudad; como es lógico las puertas estaban cerradas, así que decidieron escalar la verja del campo santo y para ello tuvieron que ayudarse unos a otros uniendo las manos para servir de peldaño al otro compañero, pero al llegar al último quien era mi padre no había quien pusiera el peldaño, así que se quedó en la calle, allí alcanzaba a escuchar a sus amigos recitando frente a la tumba del poeta las versos que en vida había escrito. 

Bromista como era mi padre al escuchar a uno de sus amigos recitando en voz alta la estrofa de un poema escrito por su amigo en el lecho de muerte y que decía algo así como : "Aquí voy a dormirme con párpados de bronce, y a unir mi corazón con aquel firmamento de  la que si besóme, nunca la tuve mía. Con estrellas llorosas y pájaros y nubes he de tejer la escala, sendero de los ángeles... ", se imaginó entonces escondido detrás de la tumba respondiéndole con voz de ultratumba  que estaba esperándoles  para pronto. Así que atisbando en los alrededores vio que por la calle del frente venía otro cristiano ebrio y no dudó en llamarlo haciendo señas con sus manos y le dijo susurrando mostrándole la reja del cementerio: "amigo, no puedo entrar, porque no me ayuda a saltar la verja". El hombre lo miró con cara de terror seguramente imaginando que se trataba de un muerto que quería volver a la tumba y echándose bendiciones salió corriendo. Siempre que contaba esa historia mi padre decía, ese hombre debe estar aún contando la historia del día que un muerto le habló en las afueras del cementerio de Medellín. 

Edgar Poe Restrepo murió a los 23 años se le recuerda no sólo por su poesía, sino además por ser  el autor de la letra del himno de la Universidad de Antóquia, donde estudio derecho. Nació en 1919 y dejó una amplia obra poética, se dice que hay en ella un patético halo de tragedia,  pues fue escrita en su lecho de muerte. 

jueves, 22 de mayo de 2014

Aprendiendo a trabajar.

El sitio de veraneo de mi padre cuando era pequeño, si mi memoria no me falla, era la finca de su tío Luciano Echeverri quien en las cercanías de Calarcá. Hay dos historias que contar sobre esos tiempos. La primera que es que el contaba que sus hermanas siempre contaban que habían ido a visitar a los parientes en Calarcá pero a el nunca lo llevaban porque era muy pequeño. El se imaginaba a Calarcá como un lugar mágico, lleno de misteriosas maravillas por descubrir, las gallinas ponían los mejores huevos del mundo, las vacas daban la leche más espumosa que existía y en general todo estaba totalmente idealizado.

Así que recordaba que el día que en los años treinta lo llevaron a conocer a Calarcá se llevó la más grande  destilación que jamás se había llevado, las personas eran igualitas a la de su natal Armenia, la leche de las vacas sabía igualito y las calles también eran muy semejantes a las de su pueblo. Lo mismo le pasó cuando años más tardes se fue a estudiar Estados Unidos, allí descubrió lo que toda su vida dijo: "todo el mundo es igual a Calarcá."

No ocurrió lo mismo cuando lo llevaron a temperar a la finca de su tío Luciano, a quien recordaba como un señor bonachón, que posiblemente le llenó de cierta manera la falta de su padre, que perdió cuando apenas tenía tres años. Un día muy temprano en la mañana el tío Luciano le dijo que lo iba a llevar a trabajar, "porque los hombres tenemos que aprender a trabajar." Me imagino que mi papá tendría ocho o nueve años. 

Después de desayunar el le dio un banquito de madera y tomó una silla de baqueta y se los echaron a la espalda y subieron a un cerrito dentro de la finca, después de un par de horas sentados debajo de un árbol el tío Luciano  le ofreció un trago de aguapanela al sobrino y le preguntó como la estaba pasando y el sobrino le respondió que muy bien, pero que estaba esperando todavía para comenzar a trabajar: "Sobrino, es lo que hemos estado haciendo desde que llegamos, si no estuviéramos aquí mirando  los peones que están allá abajo ellos no hubieran hecho  nada. 

martes, 25 de marzo de 2014

El Padre Restrepo

Hace unos veinte años mi padre nos invitó a Borotá  a visitar a un amigo, antes de llegar se paró en una bodeguita a comprar cigarrillos y cuando estaba por entrar un niñito lo vio y le pidió la bendición, eso nos extrañó, pero no le dimos mucha importancia, luego pasaron dos niñas y ambas le miraron, se sonrieron y juntando las manos dijeron en coro "- Bendición." Mi madre sorprendida le  " -las conoces?" La cosa comenzaba a preocuparnos a todos, más adelante  fue una joven bastante atractiva la que le saludó con mucha familiaridad, al entrar a la bodega un coro de niños también pidieron la bendición a mi padre. Sin esperar se dirigió al bodeguero quien le saludó con familiaridad y le preguntó si era costumbre de los nińos de Borotá pedirle la bendición a las personas mayores. El señor le respondió con una pregunta: "- ¿Acaso Usted no es el padre Restrepo?" A lo que mi padre respondió:" -soy Restrepo, pero no padre." El padre Carlos Restrepo era el párroco del pueblo y tenía un parecido increíble con mi papá. Fuimos a conocerle, era un poco más bajo que mi padre, pero las facciones eran casi idénticas, hablaron por horas y no pudieron identificar ningún pariente común, ambos eran de origen antioqueño y más o menos contemporáneos. El curita fue unos días después a visitarnos en nuestra casa, a los pocos años supimos de su muerte en la ciudad de Colón a donde se había ido a vivir tras ser diagnosticado de cáncer.