HOMENAJE A MIS ANTEPASADOS

sábado, 29 de junio de 2013

Los orígenes.

 

                                     
                            Este retrato lo conseguimos en la web, si es auténtico el retablo tiene más de 450 años.

La forma como vivieron los primeros ancestros españoles que llegaron a América ha sido una de los enigmas que siempre he tratado de descubrir, esto me ha llevado a remontarme hasta mediados del los años 1.500 cuando llegaron a Colombia los Padres del apellido Restrepo, Don Alonso y Don Marcos López de Restrepo.

Poco sabemos de sus primeros tiempos en América, sólo sabemos que Don Alonso era Alfrez de la Real Armada Española y que buscando fortuna o aventuras en lo que presumimos fue su segundo viaje a el nuevo continente se trajo a su primo Marcos, lo más probable es que hayan desembarcado en Cartagena de Indias y de allí se hayan adentrado hasta Santa Fe de  Antioquia donde contrajeron nupcias con las hijas de un prominente capitán español procedente de Nueva Segovia (Barquisimeto) en la Capitanía de Venezuela.

De allí pasaron a un bucólico paraje, que quizá les recordaba al pequeño poblado asturiano de donde eran nativos, el Valle de Aburrá en el llamado sitio de Ana, donde se establecieron y fundaron sus familias. Los Restrepo somos todos descendientes de Don Alonso según se desprende de algunos estudios genealógicos, ya que se asegura que Marcos sólo engendró hembras. A los Restrepo se añaden también algunos descendientes de los esclavos quienes tomaron el apellido de sus amos. H

Aunque no podemos decir propiamente que fueron los fundadores de Medellín en el sitio donde se asentaron, si fueron partícipes de la génesis de la hoy pujante capital de Antioquia.  Don Alonso tuvo a cargo el censo que se usó para la fundación de la Villa de la Candelaria, hoy Medellín,  allí habitaban unas treinta familias blancas y otras tantas mestizas. Era una aldea rural cuya iglesia y ayuntamiento tenían techos de paja.

Don Alonso fue nombrado en el cargo de Alférez Real del nuevo poblado, cargo que heredo a su hijo mayor.  No sabemos como eran las casas de los primeros Restrepo, sabemos que en la aldea eran muy pocas las que tenían techos de teja, todos los españoles tenían servidumbre, la mayoría esclavos provenientes de África, aunque también eran acodados por algunos indios.

Las actividades de la población estaban reducidas a la siembra de maíz, frijol, el plátano  y algún otro producto agrícola, así como a la ganadería y la cría de gallinas y cerdos. En la dieta seguramente no faltaban los frijoles, nobles descendientes de la fabada asturiana, que dieron origen a la famosa bandeja paisa. 

El comercio se fortaleció en una segunda oleada de españoles que llegaron a la Villa en antes de finales de siglo. El oro y las mercancías traídas desde España eran el objeto de las transacciones comerciales que fueron engrosando los patrimonios de los comerciantes. 

Se discute sobre el origen Sefardí del apellido López, ha de recordarse que en 1.492 los judíos fueron expulsados de España, pero existe un documento en el que se da fe de que los López de Restrepo no tienen trazos de judíos ni de negros.

Hoy día resulta extraño y hasta banal una discusión de ese tipo, pero en el siglo XVII subsistía la persecución a los judíos y los derechos solo eran reconocidos en forma a los españoles, no así a los negros o a los mestizos, quienes eran marginados y excluidos socialmente. 
               


lunes, 24 de junio de 2013

El Río Corre Hacia Atrás.

Como homenaje a Benjamín Baena Hoyos, esposo que fue de mi tía Esther Restrepo público este excelente artículo sobre su obra El Río Corre Hacia Atrás publicado hace unos años en el Diario La Patria de Manizales y escrito por el también escritor Gustavo Páez Escobar. 

"Desde hace varios años he oído hablar de esta novela de Benjamín Baena Hoyos que describe la colonización del Quindío. Al salir ahora con el sello de Carlos Valencia Editores me encuentro con una obra novedosa, de las que sólo se escriben de tarde en tarde.

El autor, nacido en Pereira en 1907, vivió mucho tiempo en Armenia, donde fue juez y poeta. Eso de juez y poeta parece no concadenarse, y en verdad no es corriente que el juez, cuya mente está formada por disciplinas rígidas, amolde su temperamento a las modulaciones del arte. Con esa disposición para pulsar las emociones campesinas fue como Baena Hoyos se fue metiendo en las épocas de la colonización hasta encontrar el ambiente apropiado que pintara los cuadros de la explotación humana que antecedieron a la consistencia de este pedazo de tierra que conocemos con el nombre de Quindío.

Los personajes, admirablemente trazados, surgen de la naturaleza como seres amasados en el barro y hechos para las sufridas faenas de la vida rústica. La hoya del Quindío se puebla de colonos pegados a las raíces de sus cosechas, y se mueven entre la montaña dura que les da bienes pródigos y les enseña que la tierra sólo es conquistable con sudores y sangre.

La Burila, la compañía latifundista, enlaza tierras como cercando ganados, sin escrúpulos para comprar la conciencia de las autoridades. No se escapan a su influencia ni el juez, ni el coronel, y ni siquiera algún prelado suelto, “un cura cejón y boquiflojo, hecho de una extraña mezcla de materiales contradictorios: virtud y vicio, fuerza y debilidad. Un cura sin preceptos y sin amarras rigurosas, suelto como un animal de monte”. El colono, que se resiste a quedar despojado de la tierra moldeada con sus manos encallecidas, mira al cielo en demanda de protección, y sólo halla la inclemencia con que se le trata, como a un animal de dura cerviz.

Está aquí pintada la odisea del hombre que lucha por unos metros de tierra sin que su ruego reciba miramientos. Esas son las tierras del despojo, sacrificadas y violentas, donde no hay lugar para la esperanza. El endurecido campesino reclina su cabeza en el seno de la inhospitalidad, porque se siente extraño y perseguido en su propia parcela.

La Burila, un ente despótico y explotador, impone su codicia y avanza con saña incontenible. El hombre sigue abrazado a su pedazo de tierra. Es que “la tierra emboba, es como una mujer que nos gusta, se nos entra en el cuerpo y nos quema la sangre y la voluntad…”

La vorágine es la novela de la selva. El río corre hacia atrás es la novela de la montaña. El alma del Quindío revienta aquí con manchas dramáticas. Benjamín Baena Hoyos, que duró meditando mucho tiempo en su obra, consigue un estremecimiento lírico sobre este Quindío de fieros contrastes. Es maestro de la metáfora, como buen poeta, y utiliza un lenguaje rumoroso, rico y ajustado. Es un canto al dolor, y también un poema a la vida campesina.

La Patria, Manizales, 25-IX-1980."

                                          
                                                       Benjamín Baena Hoyos en 1928

domingo, 9 de junio de 2013

La huella de Doña Amanda Giraldo de Restrepo


Las puertas y las ventanas se abren cuando menos lo esperamos, unas para mostrarnos caminos, otras para dejar entrar la luz, repentinamente  estamos en un laberinto o en un desierto, como aquellos reyes del cuento de Borges, pera de pronto nos vemos iluminados y prestos a contar lo que por un buen tiempo habíamos guardado.

Hace ya casi un año vivimos la experiencia de la partida de nuestra madre, estoy seguro que para ella se abrió una puerta hacia un mundo de luz, así me lo hizo saber emocionada en su lecho de muerte: " - Hijo, veo el túnel del universo." Luego no pude volver a entender lo que decía en forma delirante, pero imposible de descifrar.

En el año 28 en  Pereira, que imagino era un pequeño pueblo de lo que hoy llaman en Colombia el eje cafetero nació Doña Amanda, vivió allí su infancia y su juventud al lado de Mamá Ana y Papa Toño, sus padres y doce hermanos y hermanas, contaba historias de una vida cómoda, educada en colegio de monjas, veraneaba en las fincas de la familia y disfrutaba de los paseos en los autos de su padre y sus hermanos, los primeros que se vieron por esas tierras, hablaba de los grandes bailes de la cosecha y de  matrimonios suntuosos,  un viaje a Nueva York y mil anécdotas de juventud.

Casi cuarenta años de matrimonio con mi padre, quien se le adelantó después de ver nacer el nuevo milenio, en los años cincuenta nacimos mi hermano Eduardo y yo, con sólo diez meses de diferencia, en esos tiempos se fueron a vivir a una finca en La Union, Valle y luego a Tuluá, la tierra que me vio nacer, allí comenzó un peregrinaje que nos llevó a la cercana Buga La Grande, en el campamento de Nestlé, luego a Cali, Guanare en Venezuela, Caracas y finalmente a San Cristóbal donde vivieron los años dorados cultivando flores  y grandes amistades, allí nos casamos sus hijos y nacieron sus nietos José Alejandro, Amandita, Juan Cristóbal, Mariana y María Camila, llegó a conocer a su bisnieto Cristóbal, hijo de Amandita y supo de otra bisnieta, Victoria del Carmen,   nacida en Brasil, hermana de Cristóbal.

Pudo conocer buena parte del mundo, Junto a su entrañable amiga Betty de Matos recorrió Europa en un viaje de turismo que recordaría por siempre. Mamá Amanda le llaman aun nuestros grandes amigos, eso se lo ganó dándoles su cariño.

Su vida en la tierra fue plena y fructífera, vivió momentos difíciles, como todas las personas, traspasó la puerta hacia el otro mundo hace casi un año, entró al túnel del universo sumando su energía a la del cosmos en un plano misterioso para nosotros.